En el exilio, el silencio es también una forma de lenguaje, de afrontamiento y de resistencia. Cuando los muros de la impunidad, de la apatía, de la estigmatización y de la desprotección son tan altos, callar es una forma de salvaguardar la propia voz y proteger la vida. En algunas familias, hay hijos en el exilio que desconocen la historia de sus padres. Las conversaciones sobre el orígen parecen permanecer en una caja que nadie puede abrir. El pasado se convierte en un conjunto de historias jamás contadas y de detalles que quiebran la voz. Son silencios intencionados que ocultan la verdad por miedo a recordar o romper con el pasado. No recordar es una forma de silencio, de autoprotección frente a la violencia sufrida y también es un afrontamiento que impide que se perpetúe y se propague el dolor, y en el exilio es diverso como las voces de quienes decidieron y tuvieron que callar.