"El primer desplazamiento masivo ocurrió en agosto del 2002, cuando un grupo de paramilitares entró a las veredas y empezó a amenazar con asesinarnos si no salíamos del pueblo, porque se iban a enfrentar con la guerrilla. En nuestras fincas construían trincheras. Nosotros nos quedamos, pero después, en septiembre, ya nos tocó abandonar la finca.
Cogimos una cobija y un junco, lo enrollamos y salimos corriendo para escondernos en los cafetales, para que las balas no nos alcanzaran. Allí nos encontramos con otras 22 familias que estaban en la misma situación que nosotros. Esa noche la luna alumbraba como si fuera de día; como si fuera el sol. Estábamos todos callados, cualquier ruido nos daba mucho miedo.
La vereda La Hermosa fue el centro de recogida de todas las familias desplazadas, pero luego todos nos fuimos para Bogotá. Un mes después regresamos. Fue muy triste llegar y no encontrar nada, los perros y las gallinas ya no estaban, las flores estaban marchitas y los cultivos estaban quemados. Esto pasa como la muerte, llega sin pedirlo y en el día menos pensado".