Causas del conflicto armado interno
La revolución rusa
«La danza de los millones»
Después de la pérdida de Panamá en 1903, los gobiernos, sucesivamente conservadores, de Colombia restablecieron relaciones con los Estados Unidos. Este acercamiento se consolidó en 1930 con una política exterior que se mantendría enfocada hacia Washington por el resto del siglo, recibió 25 millones de dólares como reparación por el desmembramiento de Panamá y tuvo abiertas las puertas de millonarios préstamos cercanos a los 280 millones de dólares, cuyo objetivo era construir vías de comunicación, condición necesaria para la modernización y el desarrollo económico. Así el Estado colombiano había pasado de la quiebra posterior a la Guerra de los Mil Días, a «la danza de los millones», término con el que los historiadores conocen este período de gran endeudamiento del gobierno conservador.
Crédito de la imagen: Puerto de Panamá Circa 1920 United Fruit Company Photograph Collection. Baker Library Historical Collections. Harvard Business School. Caja 54 Foto 51
Economías de enclave
Los gobiernos de Colombia buscaban adentrarse en el comercio mundial con el café como producto estrella mientras Estados Unidos buscaba con esperanza grandes reservas de petróleo en estos lugares. Inversores de Europa y Estados Unidos impulsaron en Colombia las economías de enclave (actividades productivas en países subdesarrollados destinadas a la exportación, sin integrarse en el mercado local) como parte de las estrategias del capitalismo industrial de la época. Con esto, pretendían insertarse en territorios extranjeros por medio de criterios económicos como el manejo de las materias primas como el petróleo y las frutas tropicales, el montaje de infraestructuras como caminos, puertos y canales, la disposición de fuerza de trabajo y la imposición del consumo de las mercancías producidas.
Crédito de la imagen: Casa Estadounidense en los cultivos en Colombia Circa 1920 United Fruit Company Photograph Collection. Baker Library Historical Collections. Harvard Business School. Caja 76 Foto 106.
Segregación social
Si bien las economías enclaves produjeron urbanización, también incentivaron la segregación social. En las plantaciones de banano o los campamentos petroleros había bienes y servicios que no existían en los pueblos adyacentes. El caso más extremo ocurrió en el Magdalena Medio, donde la Tropical Oil Company, que había llegado a la región en 1919, construyó un campo de golf, una sala de baile y una infraestructura a la que no tenían acceso trabajadores ni pobladores y que en la memoria colectiva aparece como un «apartheid rural»
Crédito de la imagen: La vida de los trabajadores Circa 1928 United Fruit Company Photograph Collection. Baker Library Historical Collections. Harvard Business School. Caja 30B Foto 10.
Las economías de enclave
El problema de la tierra
El latifundio
Protestas a comienzos de siglo
Los trabajadores peleaban por sus derechos en las fábricas textiles en Antioquia, en las de la cerveza en Cundinamarca, así como en plantaciones de banano y azúcar y en explotaciones petroleras y mineras. Existen registros de 44 protestas realizadas entre 1910 y 1934, la mayoría lideradas por trabajadores de las navieras y el ferrocarril. En este tiempo de efervescencia, las ideas socialistas y anarquistas calaron en las capas intelectuales, especialmente entre quienes provenían de la tradición liberal radical, huérfana de poder.
Crédito de la imagen: Estación del tren Buga, 1920. Foto De Pavo. SANTIAGO DE CALI: Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Foto 0402209.
Agitación en diferentes lugares del territorio
Dos lugares destacaban por su agitación social: Barrancabermeja, en Santander, donde la Tropical Oil Company comenzaba a explorar petróleo; y Ciénaga, en Magdalena, donde la United Fruit Company concentró 60.000 hectáreas de las cuales por lo menos 12.000 estaban sembradas de banano. Aquellos eran enclaves económicos en los que las multinacionales pagaban a sus trabajadores por lo que producían y no por lo que trabajan, en un momento de la historia en el que los obreros del mundo luchaban por una jornada de ocho horas.
En Tolima y Huila también había un levantamiento social liderado desde 1915 por Manuel Quintín Lame y José Gonzalo Sánchez. Era una lucha por la recuperación de los resguardos y el autogobierno de los pueblos indígenas. Autodidacta, erudito, Lame combinó el litigio con las acciones de hecho para recuperar tierras de sus resguardos despojados.
Crédito de la Imagen: Los trabajadores en el Ferrocarril, Circa 1928 United Fruit Company Photograph Collection. Baker Library Historical Collections. Harvard Business School. Caja 31 Foto 111
Los cambios sociales y el Gobierno conservador
Los cambios sociales chocaron con el gobierno conservador y con sus dos soportes fundamentales: la Iglesia católica, que en virtud del concordato ejercía como representante del Gobierno en las tareas de educación y «civilización» de los «territorios de misiones»; y un ejército joven, regido por la Constitución de 1886, que mantenía el ideal de un Estado unitario y contemplaba la figura de los estados de sitio como mecanismo para prevenir o apagar los intentos de revuelta en las regiones (inicialmente esta figura se usó esporádicamente, pero desde mediados del siglo XX se volvió casi permanente hasta 1991).
No obstante, el Estado central no logró ejercer completamente el monopolio de la fuerza ni pudo subordinar a los poderes de facto en regiones durante todo el siglo, y tampoco lo ha hecho en las dos primeras décadas del siglo XXI. Hasta la publicación de este informe, extensas regiones de Colombia continúan siendo controladas por grupos armados de diversa índole.
Crédito de la imagen: "El nuevo tiempo" y el programa de las asociaciones obreras de la ciudad. Circa 1920 Archivo Histórico del Atlántico.
El Partido Socialista Revolucionario
En 1926 se creó el Partido Socialista Revolucionario (PSR) que recogió buena parte de los grupos inconformes. La conjunción de ese despertar social con liderazgos populares y la ebullición de corrientes socialistas fue leída por el gobierno conservador del presidente Miguel Abadía Méndez (1926-1930) como una conspiración del comunismo internacional.
Crédito de la imagen: María Cano. Circa 1930. Archivo Histórico del Atlántico. Sin Código
El Partido Comunista Colombiano y la Unión Sindical Obrera
Desde su fundación los miembros del PSR estaban divididos respecto al uso de la violencia. Unos tenían planes para derrocar al Gobierno y estaban armados con fusiles heredados de la Guerra de los Mil Días —como ocurrió en San Vicente de Chucurí, Santander, y en Líbano, Tolima—, mientras que los otros creían que no era el momento de la insurrección. Desde aquella época los comunistas colombianos mantuvieron una tensión entre la lucha política y la armada que solo fue saldada en las últimas décadas del siglo XX.
No fue sino hasta 1930 que la Internacional Comunista le dio el aval a solo una facción de ese grupo de revolucionarios para crear el Partido Comunista Colombiano (PCC). Este se mantuvo en la línea marxista-leninista, buscando incidir en el movimiento social a través de ligas campesinas y sindicatos agrarios. Bajo el influjo del PSR se creó la Unión Sindical Obrera (USO) en 1923 y al siguiente año está convocó a su primera huelga. Posteriormente se dieron otras como las de 1927, 1935, 1938, 1946 y 1948.
Crédito de la imagen: Autor desconocido, 1927, Miembros del Partido Socialista Revolucionario, posan con la bandera de los tres ochos, licencia: De Anónimo. Dominio público.
La clase obrera como fuerza política
La Ley Heroica
Un testimonio
La Comisión de la Verdad tuvo la oportunidad de escuchar a María Tila Uribe, hija de uno de los dirigentes socialistas de aquella huelga, quién contó lo que escuchó de viva voz de algunos líderes como María Cano, Eduardo Mahecha y de su padre Tomás Uribe Márquez sobre lo ocurrido en las bananeras: «Cuando ellos se referían a la zona bananera decían “el infierno”. Así llamaban los socialistas viejos a ese pedazo de patria donde se consumieron junto con sus familias los trabajadores. Porque la huelga no era solamente de los hombres (…) Allá estaban las mujeres que eran las que cocinaban, sin salario, para 35.000 personas (…) y encima de todo estaban peleando por las ocho horas de trabajo. En la zona llegaron los hombres a trabajar 16 horas, a cortar casi 400 racimos de plátano en un día. Estaban desesperados». (Entrevista 123-PR-03457. Víctima, Mujer, Experta)
Crédito de la imagen:.
El estado de sitio
Del 4 al 6 de diciembre, por convocatoria de la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, se reunieron en la plaza de Ciénaga alrededor de 4000 obreros para manifestarle al Gobierno la necesidad de una negociación entre los trabajadores y la United Fruit Company.
El 5 de diciembre se informó a los manifestantes que en el transcurso del día llegarían a la plaza el gerente de la empresa y el gobernador, quienes firmarían un acuerdo con los trabajadores. Pero al final de la tarde se confirmó que ninguno de ellos vendría, argumentando que existían amenazas contra sus vidas. Los obreros se mantuvieron en la plaza con la intención de dirigirse al otro día a Santa Marta y exponer ante las máximas autoridades departamentales su situación.
Ese mismo día el presidente Abadía Méndez decretó el estado de sitio y nombró como jefe civil y militar de la Provincia de Santa Marta al general Carlos Cortés Vargas, quien asumió la intervención de la zona y el accionar militar. Esto se concretó en la masacre y posterior persecución contra los trabajadores, señalados por las autoridades como «cuadrillas de malhechores».
Crédito de la imagen: Autor desconocido, sin fecha, Imagen 1248,"En esta fotografía aparecen los miembros del Directorio Liberal Municipal, el Dr. Gabriel Solano, Cura Párroco de esta ciudad y los representantes de las distintas sociedades obreras, de la prensa y un grupo respetable de caballeros. Ciénaga, 13 de diciembre 1929", Colección fotográfica Fondo Jorge Eliécer Gaitán.
La masacre
Son bastantes las narraciones sobre la huelga, su desenlace y los hechos que dieron lugar a la emblemática masacre de las bananeras del 6 de diciembre, donde entre el tercer toque de corneta y el grito de ¡Viva la huelga! se disparó a quemarropa contra los manifestantes. Tal como lo relató María Tila Uribe: «Durante 120 días se desató la persecución por todas las zonas, se oían las descargas del Ejército que disparaba contra todo en cualquier parte, mataba sin preguntar nada, aquello era un horrible desfile de muertos. La casa sindical, la imprenta y la cooperativa que funcionaban en Ciénaga fueron saqueadas por los militares y en el tiempo que siguió a la masacre Cortés Vargas dispuso los Consejos de Guerra verbales, por indicación que hicieron los funcionarios y agentes de la compañía frutera. De más de 700 sobrevivientes presos juzgaron a 136, entre ellos a varias mujeres (...) juzgaron igualmente a los maquinistas que no obedecieron la orden de transportar los cadáveres para echarlos al mar, a periodistas, a profesores, con penas hasta de 25 años» (Uribe, Los años escondidos, 314).
Crédito de la imagen: Autor desconocido, sin fecha, Imagen 1250,"En esta fotografía aparecen viudas y huérfanos reducidos a la más completa miseria a causa del asesinato de sus padres y esposos y entre quienes se repartió el valor de las dietas obsequiadas por el Dr. Jorge Eliécer Gaitán. Ciénaga, 13 de diciembre 1929", Colección fotográfica Fondo Jorge Eliécer Gaitán.
No hubo responsables
Por la masacre no se generó ninguna responsabilidad política y mucho menos penal. Al contrario, el general Cortés Vargas fue nombrado Director de la Policía Nacional y ocupó este cargo desde abril de 1929. El Gobierno protegió los intereses de la United Fruit Company, multinacional que luego se convertiría en Chiquita Brands International, mientras que las corrientes socialistas se encargaron de la denuncia y la defensa de las víctimas. Uno de estos defensores era un joven abogado llamado Jorge Eliécer Gaitán.
Crédito de la imagen: «Bienestar y Recreación» (Estadounidenses de UFC en Colombia). 1928. United Fruit Company Photograph Collection. Baker Library Historical Collections. Harvard Business School. Caja 76A Foto 2.
La masacre de las bananeras
Fin de la hegemonía Conservadora
El desprestigio del Partido Conservador
La República Liberal
La reforma agraria
La Ley 200 de 1936 marcó un hito al reconocer la función social de la propiedad y contemplar las expropiaciones de las tierras improductivas, sus alcances estaban dirigidos a estimular la productividad y la modernización rural. La aplicación de esta ley, como ocurrió a lo largo de todo el siglo con el problema agrario, fue incompleta. En lugar de redistribución, la ruta elegida por los diversos gobiernos de Colombia durante el último siglo ha sido la adjudicación de baldíos y con ello los procesos de colonización de territorios y urbanización. La explicación de Darío Fajardo en su ensayo para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV) consiste en que, desde estos tiempos inmemoriales se juegan dos modelos de desarrollo agrario y rural: uno que promueve la propiedad de los campesinos para un desarrollo productivo más equitativo y otro que es el modelo de la agroindustria, el cual busca convertir a los campesinos en asalariados.
A López, le siguió Eduardo Santos en la presidencia quien mantuvo en pausa la Revolución en Marcha por cuenta de la presión que ejercieron de los poderes regionales de facto. Las esperanzas de buena parte de los sectores populares y obreros se fincaron en la reelección de López. Sin embargo, una vez López retornó al poder (1942-1945), desapareció la posibilidad de la reforma agraria con la Ley 100 de 1944, que considero de conveniencia pública el incremento del cultivo de las tierras y la producción agrícola basada en sistemas de sociedad o coparticipación entre el arrendador o dueño de tierras y el cultivador. Se validan así los llamados contratos de aparcería, o de arrendamiento de parcelas, que ofrecían créditos para quienes cultivaban la tierra bajo esos mecanismos. Esto acarreó una frustración que tuvo eco en las siguientes décadas.
Crédito de la imagen: Autor desconocido, sin fecha, Imagen 1943-1944, Mujeres campesinas, Colección fotográfica Fondo Jorge Eliécer Gaitán.
La Confederación de Trabajadores de Colombia- CTC
López asumió las banderas de los cambios sociales, promovió una alianza entre el partido liberal y los sectores populares que se mantuvo hasta la década de los setenta. Esa unión quedó sellada con la creación de la Confederación Sindical de Colombia en 1935, que dos años después se llamaría Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC).
La ortodoxia ideológica llevó a los comunistas a renunciar a la herencia liberal y a enfrentarse a todo aquel que defendiera a las clases populares pero que no se afiliara al Partido Comunista. Esa intransigencia alejó al comunismo colombiano de algunos sectores populares que prefirieron seguir al Partido Liberal y a López o hacer parte de nuevos movimientos políticos como la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR), liderada por Jorge Eliécer Gaitán.
López Pumarejo recibió ataques virulentos por parte de la Iglesia, de los conservadores en cabeza de Laureano Gómez, de miembros de su propio partido y de los empresarios. En 1935 surgió la Asociación Patriótica Económica Nacional (APEN) para oponerse activamente a los cambios que estaban en curso. A este grupo pertenecían algunos de los más acaudalados liberales y conservadores, quienes solían tildar al presidente de «bolchevique» y calificaban como «comunista» su programa de reformas. Ese entramado de opositores logró imponer su veto a las reformas.
Crédito de la imagen: Autor desconocido, 1921. Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería, junto con la Sociedad Redención de la Mujer. Archivo Histórico del Atlántico.
Se fortalecen las Fuerzas Armadas
La noción de soberanía del Estado gravitaba en el tratamiento de los problemas considerados de orden público en las regiones como principio esencial de la Constitución de 1886. El comunismo era visto por los gobiernos como un enemigo externo que se expresaba a través de los sindicatos, del movimiento agrario y de sectores liberales radicales. Esto, sumado al incidente militar con Perú (el 2 de septiembre de 1932 soldados peruanos invadieron a Leticia, en el Amazonas. Colombia tuvo que declarar la guerra, pero rápidamente se llegó a un acuerdo diplomático y los peruanos salieron del territorio), sirvió de incentivo para fortalecer las Fuerzas Militares, también como respuesta tardía a las denuncias sobre el genocidio que estaba cometiendo la Casa Arana (compañía cauchera) en la Amazonía contra los pueblos indígenas.
Se construyeron la base de Tres Esquinas en Caquetá en 1934 y la base naval de Puerto Leguízamo, Putumayo, en 1944. Buena parte del personal militar que abandonó las fuerzas se mantuvo en la región y se convirtió con los años en colonos.
En este tiempo se creó el Comando General de las Fuerzas Militares, seis brigadas del Ejército y los componentes fluvial y naval de la Armada, así como la Fuerza Aérea.
Crédito de la imagen: Autor desconocido, 1936. Foto 600039. Medardo López Arias prestando su servicio militar. Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero.
Enajenación cultural de los pueblos étnicos
La otra estrategia de presencia territorial del Estado sería el impulso de la colonización, la evangelización y las economías extractivas. Para muchos de los indígenas entrevistados por la Comisión de la Verdad en la Amazonía, al exterminio físico que sufrieron durante la fiebre del caucho se sumó la enajenación cultural y la adopción forzada de valores occidentales.
Esto generó la segregación de estas regiones que han sido representadas como tierras de nadie, salvajes, como espacios vacíos y disponibles para la colonización y extracción de materias primas, en oposición a las zonas andinas donde se cultivaba la civilización. Las mayores víctimas de esta visión han sido los pueblos étnicos, cuyo sufrimiento ha sido desproporcionado durante los diversos ciclos de colonización. Basta recordar las guahibiadas o jornadas de cacería de indígenas sikuani y jiw que desde estos años practicaron los colonos de la Orinoquía y la Amazonía. Este exterminio quedó consignado en el censo de población que demuestra que entre 1938 y 1951 los pueblos étnicos de Meta y Vichada pasaron de 27.981 personas a 2.277. Esta noción colonial del territorio como un espacio vacío ha perdurado entre las élites económicas y políticas y tuvo profundas implicaciones en el conflicto armado interno durante la segunda mitad del siglo XX.
Crédito de la Imagen: Fotograma de Encuentro por la Verdad #LaVerdadIndígena, Pueblos Indígenas en situación y riesgo de exterminio físico y cultural. Su dignidad, resistencia y aportes a la paz. Comisión de la Verdad. 23 de octubre, 2020. Testimonios sobre guahibiadas o jornadas de cacería de indígenas a partir del minuto: 40:05.
La Revolución en Marcha
Crece el sectarismo
Probablemente uno de los episodios que marcaron el regreso de la violencia política fue la masacre de una quincena de conservadores en Capitanejo, Santander, entre el 29 y 30 de diciembre de 1930, cometida por liberales enardecidos. El sectarismo crecía y se expresaba en las arengas políticas y la prensa, tanto liberal como conservadora. Papel destacado en esa siembra de odio fue el del dirigente conservador Laureano Gómez y algunos sacerdotes y obispos que convirtieron los púlpitos en tribunas contra el liberalismo y el comunismo.
Crédito de la imagen: Autor desconocido, Bugalagrande 1925. Foto 0100088. Laureano Gómez Castro. Santiago de Cali: Biblioteca Departamental Jorge Garces Borrero.
Radio Sutatenza
Gran parte de esta ideología se transmitió por Radio Sutatenza, fundada en 1947, que contaba con gran audiencia en el mundo rural por su muy destacada labor educativa. Dentro del material de difusión de Sutatenza y sus escuelas radiofónicas, llama la atención la forma de presentar al comunismo como una de las grandes amenazas.
Crédito de la imagen: Acción Cultural Popular (1947 - 1994). Escuela Radiofónica, ca. 1970. Copia en gelatina (Emulsión fotográfica / Papel). 20,4 x 25,8 cm. Colección Museo Nacional de Colombia, Reg. 7828 Reproducción: ©Museo Nacional de Colombia / Samuel Monsalve Parra
Influencia del fascismo
Vale la pena destacar el flujo de ideas del franquismo y el fascismo y, en particular, la noción de pureza de raza que compartían sectores de las élites conservadoras y liberales, en el imaginario colectivo de una sociedad tradicional y rural. Para ellos, la latinoamericana era una raza inferior por el componente indígena y negro de sus poblaciones. Esto contrastaba con las corrientes modernistas que pensaban que el mestizaje, la variedad de etnias y culturas, eran características que enriquecían la vida espiritual, social, cultural y política del continente.
Crédito de la imagen: Barth, Erich. Silvia-Cauca, 1924. Foto 010254. Indígenas de la región y los atuendos de época. Biblioteca Departamental Jorge Garces Borrero.