El Paro del Nororiente de 1987 y las movilizaciones de mayo de 1988 fueron la última bocanada de aire antes de que la avalancha de violencia descendiera sobre la población. En el marco de la alianza del paramilitarismo, la fuerza pública, narcotraficantes, políticos y ganaderos persiguieron, asesinaron y desaparecieron forzosamente a miembros de la UP, del FILA, de A Luchar, sindicalistas y líderes sociales y comunitarios y estudiantes.
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