El exilio es un destiempo, un limbo, la permanencia en un tiempo suspendido que parece no transitar, no acabar. El futuro y la vida pareciera estar en manos de otros y no en las propias: del oficial de migración, del funcionario, del abogado, del trabajador social… a la espera de una respuesta que puede ser negativa o que sencillamente no llega. La incertidumbre es lo más difícil, porque con el exilio se sabe cuándo empieza todo, pero no cuando termina. Es la mitad del camino hacia ninguna parte, entre Colombia, a donde no pueden volver, y otro país, en el que nunca terminan de ser; una enorme zona gris por la que deambulan mucho tiempo después de la huida y en la que la incertidumbre es el suelo cotidiano.