La naturaleza y los bienes naturales han sido objeto de disputa en el marco del conflicto armado interno. Actores armados han generado rentas a partir de economías que generan daños al ambiente, y empresas y particulares se han beneficiado de la reconfiguración violenta del territorio.
Al mismo tiempo, instituciones del Estado y políticas públicas han privilegiado economías de alto impacto que convergen con dinámicas violentas, privilegiando a determinados sectores económicos y políticos, y vulnerando los derechos económicos, sociales y culturales de las comunidades y el ambiente.
Proyectos minero-energéticos, de infraestructura, ganadería y agroindustria se han instalado en lugares donde prevalecían las formas de vida campesina, se pescaba y se cultivaba el maíz, la yuca, los árboles frutales, entre muchos otros productos que garantizaban la soberanía alimentaria de las familias y fortalecían las economías de las regiones.
Los efectos de estos procesos y de las redes de relaciones que los sostienen, configuran lo que llamamos impactos indirectos del conflicto armado interno sobre la naturaleza.
Como un caso ilustrativo, Forensic Architecture y la Comisión de la Verdad investigaron a profundidad el despojo de tierras y transformación violenta del paisaje en Nueva Colonia, corregimiento de Turbo en el Urabá Antioqueño.
En el despojo, la tierra es un actor político y social que influencia la distribución de la violencia. Como sucede con otros actores, en la tierra también quedan huellas que hablan de los procesos que le han ido dando forma. La “memoria de la tierra” nos permite identificar evidencias de esas prácticas de despojo y de la historia del conflicto armado.
Para leer esta memoria se utilizaron tres escalas: el análisis satelital, la fotografía aérea y las imágenes e historias recogidas desde la tierra, en forma de diferentes “testimonios situados”. Esta es una técnica desarrollada por Forensic Architecture, basada en un ejercicio colaborativo en el que los entrevistados “caminan” en entornos en tres dimensiones (3D). De ese modo, se reconstruye con los campesinos despojados o en riesgo de despojo una serie de espacios tal como eran antes de su desaparición.
En el caso de las veredas rurales de Nueva Colonia, terminaron consumidas por el mar o las plantaciones de bananos y teca. La transformación del paisaje en esta zona se relaciona con un amplio entramado de actores, entre los que se encuentran las Fuerzas Militares y los paramilitares; grandes terratenientes; empresas locales y transnacionales; bancos, e instituciones estatales.
La región del Urabá antioqueño es conocida por la extrema violencia política que se vive desde la década de los ochenta, cuando se registraron la presencia de grupos paramilitares y las masacres de Honduras, La Negra y Coquitos, en 1988.