Saber que la propia vida, la de familiares, compañeros y comunidades está en riesgo ha llevado a cientos de miles de personas en Colombia a buscar protección cruzando las fronteras. En muchos casos estas personas buscaron seguridad en los organismos del Estado encargados de garantizarla, pero no se obtuvo respuesta efectiva. Fue, contrariamente, la desconfianza en el Estado y las posteriores amenazas por denunciar, lo que dejó al exilio como la única opción.
No es fácil encontrar las formas de permanecer en un país que no es el tuyo, con condiciones dignas y derechos básicos asegurados. Por esto, a las personas exiladas parece no abandonarlas nunca la sensación de desprotección, que además las acompaña en sus tránsitos y solicitudes de reconocimiento en los países a los que llegan. Esta sensación puede ser una constante incluso en lugares seguros.