El conflicto armado ha afectado directamente a las mujeres indígenas, porque impide que vivan en sus territorios y junto a sus familias. Una mujer del Pueblo Inga narra el asesinato de su esposo por parte de grupos armados que la obligaron a desplazarse con sus hijos, uno en gestación. La opción para guardar la vida es salir de su territorio, dejando sus pertenencias, su lugar de siembra, sus medicinas.
La guerra implica perder la tranquilidad, tener una amenaza constante a la seguridad y la vida de sus hijos. Como ella, muchas mujeres están condenadas a guardar silencio porque denunciar y contar lo que les ha sucedido significaban amenazas y revictimización. La medicina tradicional le ha permitido sanar y repensar su rol de liderazgo en la permanencia de los conocimientos propios.