A medida que crecen, los y las adolescentes que han sido desplazados establecen nuevos vínculos con su entorno, lo que les permite participar en otros espacios de socialización. Muchos, incluso, se convierten en líderes de su comunidad, rol que los expone a nuevas violencias. Las amenazas de un grupo paramilitar en Soacha, Cundinamarca, forzaron a Sebastián a exiliarse, a los 24 años, para salvar su vida.